Los incendiarios
Jonathan Jahan, horticultor desempleado, interpeló a Macron en los jardines del Eliseo, que fueron abiertos durante la celebración de las jornadas del patrimonio. Su respuesta fue poco amena; “hay demasiadas profesiones, vamos! Hoteles, cafés, restaurantes, si atravieso la calle puedo encontrarle un empleo”. La reacción de este joven fue amarga: “lo que Macron ha dicho no me parece normal, lo tenia un poco atravesado (...) es como si me hubiera abofeteado, y me ha herido”. Como muchos otros franceses, el ha descubierto la verdadera cara de este bufón y el despreció abismal que tiene por “la gente de abajo”: “él no está en la realidad, está completamente del otro lado del problema, está incluso en un mundo color rosa”.
Macron y sus acólitos están tan lejos de la realidad del país, que no se dan cuenta que acumulan sobre su espalda, un resentimiento que crece y crece (basta con ver los sondages). Me hacen pensar en esa gente que encienden un cigarrillo en una granja repleta de paja...y luego se sorprenden de verse en medio de las llamas.
Tanto que lo que ellos hacen es provocar a los incendiarios. Algunos de ellos, prisioneros de su ideología, no quieren ver que ella contiene todos los ingredientes necesarios para poner en marcha el fuego social, preparado por la explotación capitalista que tiene a sus abogados principales en la cima del estado. Otros están fascinados y en perspectiva de ver arder el mundo -el nuestro- que tanto odian, son pirómanos conscientes y orgullosos de serlo, a tal punto de tener que alardear en algunos coros o refranes de RAP, asimiladas como un llamado a la destrucción y la muerte (contra los blancos, obviamente). La chusma o “racailles” que envenenan la vida de los barrios y ciudades suburbanas reciben el mensaje y, 5 sobre 5, pasan al acto. Todo esto aprobado por los burgueses y los cultos suficientemente masoquistas para rechazar el hecho de estar sentados sobre un barril de polvo.
Pero, ¿qué importa? Los dioses tienen sed. Ellos tendrán como desalterarse, porque nosotros vamos en camino a los días de tempestad. Es algo de lo que muchos de nuestros contemporáneos no tienen conciencia, son esos que se aprovechan, como ganado en el comedero, de la comodidad material que puede esfumarse de un día para el otro, cuando los incendiarios estén decididos a encender el fuego a sus barriles de polvo. ¿Cuándo? Tal vez más rápido de lo que ellos creen, tomando su cigarrillo detenidamente en algunos centros de noticias de la televisión, donde se creen la sal de la tierra. Van a caer de muy alto.
Pierre Vial.